La rabia y la dignidad que llevó a Iván Cepeda a crear el Movice
- Iván Gallo - Coordinador de Comunicaciones
- hace 6 días
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Por: Iván Gallo Coordinador de Comunicaciones

Los que dicen que Iván Cepeda es comunista no conocen su vida. Uno de los grandes rompimientos que tuvo con su papá, Manuel Cepeda Vargas, fue precisamente ese, el de no aceptar lo que había visto en los años ochenta durante su paso por Bulgaria y otros países de la Cortina de Hierro, un socialismo duro, inflexible, viejo. Él siempre ha sido todo lo contrario. Los que adoran a Uribe lo tildan de estalinista. El odio a veces ciega. Cepeda no es comunista, pero sí tiene un alto sentido de la justicia y de la dignidad. En julio del 2004 fue testigo de lo que se considera la mayor afrenta a la historia de la democracia en Colombia, la entrada al Congreso de los comandantes paramilitares Ernesto Báez, Salvatore Mancuso y Ramón Isaza. Afuera, en la Plaza de Bolívar, desde el Magdalena Medio, con buses pagados por la sangre derramada de inocentes, llegaban los simpatizantes de las AUC. Uno de los pocos que se resistió a este embate de la ultraderecha y que servía de colofón a lo que después se conocería como la Parapolítica, fue Iván Cepeda. Con una foto de su padre, el asesinado senador, dio una demostración de dignidad que aún hoy, veintiún años después, sus seguidores se lo reconocen.
Un año después, arrancaría el Movice. Sé que Iván Cepeda, riguroso al extremo, no estará de acuerdo con que el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado nació específicamente en el 2005, cuando venía de un proceso de trece años atrás, que arrancó con la investigación Colombia nunca más y con el esfuerzo de más de 200 movimientos que buscaban la reparación integral de las víctimas de la extrema derecha, que tuvo como protagonistas a los más de cinco mil integrantes de la Unión Patriótica asesinados.
Una de las tesis más revolucionarias del Movice es la de quitar esa mentira histórica de que el Estado colombiano es una víctima, tanto de las guerrillas como del narcotráfico, así como también del surgimiento de los grupos paramilitares. En una de las entrevistas más reveladoras que ha dado Cepeda sobre este grupo, en el año 2008, dice el hoy senador lo siguiente: Ante esta historia distorsionada, el Movice surge como una alternativa de los sectores sociales- populares para construir su versión de la historia y ubicarla en el debate público buscando con ello que haya una perspectiva distinta de lo que ha ocurrido en Colombia. Por eso el Movice no se conforma ni se limita con la idea de reparación individual, verdad limitada y justicia de indemnización que quiere imponer el establecimiento a través de la Ley de Justicia y Paz que adelanta con algunos miembros de los grupos paramilitares (AUC) y que quiere ser impuesto a las víctimas. El Movice, como proyecto político, aunque no es un partido político, busca y propone una transformación de la sociedad.
En una época en donde todos se inclinaban ante Uribe, el Movice le puso peros a la Ley de Justicia y Paz, y descubrió que esa ley serviría para una especie de reinstitucionalización del paramilitarismo. Señaló al Estado no como víctima sino como actor perpetrador de víctimas y ha sido un movimiento convencido de que la única salida al conflicto colombiano es la de la negociación. Aún en estos momentos, cuando los diálogos con el ELN parecen haberse hundido, Iván Cepeda, como jefe negociador designado por el gobierno, sigue aprovechando cada espacio público para contarle a Colombia la necesidad que se tiene de que se reanude la esperanza de la paz. Es la única posibilidad de salvar vidas en territorio.
Pocos personajes de la vida política nacional generan tanta admiración como Iván Cepeda. Su compromiso con la justicia, la verdad y la reparación le ha pasado factura a su salud. Las veces que se ha caído, se ha levantado, y ahora se enfrenta con uno de los retos más difíciles para un político: llegar a la verdad en un caso que involucra a un expresidente.
Tiempo después de haber visto cómo Mancuso era tratado como un rey en el Congreso, se encontró con él en una cárcel norteamericana. Mancuso le tendió la mano, Cepeda no se la dio, pero lo escuchó. Escuchó su genuina intención de contar la verdad y acercarse a la justicia. Sabe que, sin la versión de los paramilitares, las víctimas jamás podrán ser reparadas completamente. La verdad es lo único que importa.
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